BIBLIOTECA CEIP ALFAGUARILLA ALFACAR

viernes, 25 de marzo de 2011

jueves, 10 de febrero de 2011



El placer de la lectura también se enseña. Cuando Giner de los Ríos, apostando por una escuela más rica y dinámica, escribía que la escuela universal de las "primeras letras" se estaba quedando atrás, no podía prever el riesgo que acecha hoy a las habilidades instrumentales básicas, en un currículo entendido como un conglomerado de disciplinas y exigencias divergentes, desde edades tempranas.

Hoy, es hecho universalmente aceptado que la lectura constituye uno de los bienes "culturales" más relevantes con los que las personas cuentan a lo largo de la vida. Existe unanimidad, por tanto, en la sociedad a la hora de considerar la lectura como un bien cultural aunque la práctica diaria y las estadísticas desmientan la prioridad de este valor.

Superados los tiempos en los que la escuela primaria y la de adultos tenían como único fin la alfabetización, no podemos renunciar, ahora, a que dentro de un proceso más amplio y complejo, la escuela establezca como uno de sus fines primordiales, el formar lectores competentes en el uso de distintos textos, en adoptar actitudes reflexivas y críticas ante los medios de transmisión y difusión de la cultura escrita, en despertar el interés por la lectura como medio de entrenamiento en el espacio de ocio.

http://www.educa.jccm.es/educa-jccm/cm/educa_jccm/tkContent?idContent=4081&locale=es_ES&textOnly=false

viernes, 21 de enero de 2011

¡Embóscate!

Como estamos en el año internacional de los bosques acaso no resulte del todo inoportuno estas formas de recordar que, entre otras muchas cosas…

Somos como somos porque una vez fuimos bosque.

Los bosques del mundo ocupan en estos momentos aproximadamente el 30% de la superficie del planeta. Unos 40 millones de kilómetros cuadrados, es decir, unas 80 veces la superficie de España. Hace mil años eran dos veces más grandes. Hace cien años todavía suponían la mitad de los continentes.

Los árboles siempre nos están esperando con los brazos abiertos.

El mejor ejemplo de cooperación, de simbiosis para desde la diferencia obtener beneficios mutuos se da en las raíces de los árboles cuando se asocian a los hongos.

Nada levanta tanto como las hojas cayendo.

La vida es posible por los árboles. Por infinitos motivos pero recordemos que un ejemplar maduro puede “sudar”, es decir transpirar 400 litros en un día caluroso. Refrigeran, por tanto la atmósfera.

Lúcido el árbol, / casa y huésped al mismo /Tiempo: ¡ganado!

No menos del 60% de las especies de los cinco reinos viven permanentemente emboscadas.

El bosque sopla / dentro de tus pulmones / su alma verde.

Un gran árbol de hoja ancha puede generar todos los años el oxígeno que precisan diez personas: unos tres millones de litros.

Plantar árboles es, seguramente, el acto más coherente que puede realizarse.

Los bosques del mundo mantienen controladas una 300 gigatoneladas de carbono. Son, por tanto, el mejor antídoto frente al calentamiento global. Aún así todos los años perdemos 13 millones de ha de bosque, el equivalente a todos los árboles de España.

GRACIAS Y QUE LA VIDA OS ATALANTE y EMBÓSCATE.



http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/tierra/2011/01/20/emboscate.html


POQUITA COSA Anton Chejov

Hace unos días invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.
Siéntese, Yulia Vasilievna -le dije-. Arreglemos nuestras cuentas. A usted seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo pedirá por sí misma... Veamos... Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes...
En cuarenta...
No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos... Veamos... Ha estado usted con nosotros dos meses...
Dos meses y cinco días...
Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta rublos... Pero hay que descontarle nueve domingos... pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado... más tres días de fiesta...
A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante de su vestido, pero... ¡ni palabra!
Tres días de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rublos... Durante cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio sólo a Varia... Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitió descansar después de la comida... Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un saldo de... hum... de cuarenta y un rublos... ¿no es cierto?
El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad. Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz, pero... ¡ni palabra!
En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito. Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale más... es una reliquia de la familia... pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además, debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le robó a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe sueldo... Así que le descontamos cinco más... El diez de enero usted tomó prestados diez rublos.
No los tomé musitó Yulia Vasilievna.
¡Pero si lo tengo apuntado!
Bueno, sea así, está bien.
A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce...
Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas...
Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre muchacha!
Sólo una vez tomé -dijo con voz trémula-... le pedí prestados a su esposa tres rublos... Nunca más lo hice...
¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres y nos queda un saldo de once... ¡He aquí su dinero, muchacha! Tres... tres... uno y uno... ¡sírvase!
Y le tendí once rublos... Ella los cogió con dedos temblorosos y se los metió en el bolsillo.
Merci -murmuró.
Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi indignación.
¿Por qué me da las gracias? -le pregunté.
Por el dinero.
¡Pero si la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por qué merci?
En otros sitios ni siquiera me daban...
¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted... le he dado una cruel lección... ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan tímida? ¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?
Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: "¡Se puede!"
Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro, los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió... La seguí con la mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!
FIN

POQUITA COSA Anton Chejov

Hace unos días invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.
Siéntese, Yulia Vasilievna -le dije-. Arreglemos nuestras cuentas. A usted seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo pedirá por sí misma... Veamos... Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes...
En cuarenta...
No. En treinta... Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos... Veamos... Ha estado usted con nosotros dos meses...
Dos meses y cinco días...
Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta rublos... Pero hay que descontarle nueve domingos... pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado... más tres días de fiesta...
A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante de su vestido, pero... ¡ni palabra!
Tres días de fiesta... Por consiguiente descontamos doce rublos... Durante cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases... usted se las dio sólo a Varia... Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitió descansar después de la comida... Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un saldo de... hum... de cuarenta y un rublos... ¿no es cierto?
El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad. Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz, pero... ¡ni palabra!
En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito. Descontamos dos rublos... Claro que la taza vale más... es una reliquia de la familia... pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además, debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la chaquetita... Le descontamos diez... También por su descuido, la camarera le robó a Varia los botines... Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe sueldo... Así que le descontamos cinco más... El diez de enero usted tomó prestados diez rublos.
No los tomé musitó Yulia Vasilievna.
¡Pero si lo tengo apuntado!
Bueno, sea así, está bien.
A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce...
Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas...
Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre muchacha!
Sólo una vez tomé -dijo con voz trémula-... le pedí prestados a su esposa tres rublos... Nunca más lo hice...
¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres y nos queda un saldo de once... ¡He aquí su dinero, muchacha! Tres... tres... uno y uno... ¡sírvase!
Y le tendí once rublos... Ella los cogió con dedos temblorosos y se los metió en el bolsillo.
Merci -murmuró.
Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi indignación.
¿Por qué me da las gracias? -le pregunté.
Por el dinero.
¡Pero si la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por qué merci?
En otros sitios ni siquiera me daban...
¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted... le he dado una cruel lección... ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan tímida? ¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?
Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: "¡Se puede!"
Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro, los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió... La seguí con la mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!
FIN