"en un zurrón voy metida,
en un zurrón moriré,
por culpa de unos zapatos
que en la fuente me dejé."
Cuando terminaba el espectáculo le daban mucho dinero, y luego se iba a otro pueblo y lo mismo: llegaba a la plaza, ponía el zurrón en medio de la plaza [y anunciaba a grandes voces] "¡el zurrón encantado, el zurrón encantado!", entonces cogía el palo y decía "¡canta, zurrón, canta!, que si no ¡te doy con la palanca!", y entonces empezaba la niña:
"en un zurrón voy metida,
en un zurrón moriré,
por culpa de unos zapatos
que en la fuente me dejé."
Claro, la gente se pensaba que el saco estaba encantado y ¡venga dinero, venga dinero!, [el hombre fue con el zurrón] por muchos pueblos y ya había ganado muchísimo dinero y era muy rico [pero seguía yendo de un pueblo a otro] y se le olvidó y en uno de esos recorridos volvió al pueblo donde había encontrado y cogido a la niña. Entonces estaba en la plaza e hizo el mismo espectáculo "¡el zurrón encantado!, señoras y señores, ¡el zurrón encantado!", entonces cogía el palo y decía "¡canta, zurrón, canta!, que si no ¡te doy con la palanca!", y entonces empezaba la niña:
"en un zurrón voy metida,
en un zurrón moriré,
por culpa de unos zapatos
que en la fuente me dejé."
Así una y otra y otra vez pero [como] estaba en el pueblo [de la niña] una señora que tenía una posada reconoció la voz de la niña y dijo "uy, yo juraría que esa es la voz de la niña que desapareció en la fuente... bueno, me voy a acercar al señor encantador del zurrón". Dice "¡oiga!, mire, como me ha gustado tanto el espectáculo le invito a que pase la noche en mi casa y a que cene usted y le daré vino y de todo". Total que el hombre, como estaba cansado se fue allí a comer y a dormir y la señora de la posada le dio vino y venga vino y venga vino... hasta que ya cogió una cogorza que claro, se fue a dormir y [se olvidó] del zurrón allí [en el comedor]. Entonces la señora aprovechó, desató el zurrón y, efectivamente, descubrió que era la niña. Cogió a la niña, le puso los zapatos, y la llevó a su casa. Y en el saco metió pues, de todo lo peor: bichos desagradables, serpientes, salamandras... con todos los bichos repugnantes llenó el saco.
A la mañana siguiente el señor se levantó con un dolor de cabeza, fatal, pero bueno, como era tan ambicioso se dijo: "yo tengo que coger el saco, e irme por los pueblos otra vez..." [así que cogió el zurrón, se marchó de aquel lugar y fue hasta otro pueblo]. Entonces cuando llegó a otro pueblo puso el zurrón en medio de la plaza y empezó "¡bueno, señoras y señores!, ¡el zurrón encantado!, ¡vengan y vean el zurrón encantado!", y entonces cogió el palo y empezó "¡canta, zurrón, canta!, que si no ¡te doy con la palanca!", y el zurrón que no cantaba. "¡Canta, zurrón, canta!, que si no ¡te doy con la palanca!" y nada, el zurrón que seguía sin cantar. Y ya por último "¡¡canta, zurrón, canta!!, que si no ¡¡te doy con la palanca!!" y ya no se conformó con decirlo sino que pegó al zurrón, el zurrón se rompió y empezaron a salir todas las fieras, le engancharon de la nariz, le mordieron en la boca, en las piernas... bueno, le dejaron hecho un cristo y se tuvo que marchar de esos pueblos, y la niña vivió feliz con su mamá. Y colorín colorado, este cuento, se ha acabado".
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