El placer de la lectura también se enseña. Cuando Giner de los Ríos, apostando por una escuela más rica y dinámica, escribía que la escuela universal de las "primeras letras" se estaba quedando atrás, no podía prever el riesgo que acecha hoy a las habilidades instrumentales básicas, en un currículo entendido como un conglomerado de disciplinas y exigencias divergentes, desde edades tempranas.
Hoy, es hecho universalmente aceptado que la lectura constituye uno de los bienes "culturales" más relevantes con los que las personas cuentan a lo largo de la vida. Existe unanimidad, por tanto, en la sociedad a la hora de considerar la lectura como un bien cultural aunque la práctica diaria y las estadísticas desmientan la prioridad de este valor.
Superados los tiempos en los que la escuela primaria y la de adultos tenían como único fin la alfabetización, no podemos renunciar, ahora, a que dentro de un proceso más amplio y complejo, la escuela establezca como uno de sus fines primordiales, el formar lectores competentes en el uso de distintos textos, en adoptar actitudes reflexivas y críticas ante los medios de transmisión y difusión de la cultura escrita, en despertar el interés por la lectura como medio de entrenamiento en el espacio de ocio.
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