https://www.youtube.com/watch?v=Qnb_KkEpox0
PRESENTE EN MUCHOS LIBROS ESCOLARES EN FRAGMENTOS Y COMPLETA EN LOS CUADERNOS QUE HICIMOS PARA LA CALESA
http://www.lacalesa.es/collections/lectura-actividades-y-ejercicios-de-comprension-y-fluidez-lectora
MUY INTERESANTE PERO TAMBIÉN UNA ADAPTACIÓN DE LA REAL.
http://www.kayakdemar.org/index.php?topic=8543.0
https://es.wikipedia.org/wiki/Jefe_Seattle
http://www.kayakdemar.org/index.php?topic=8543.0
El
siguiente documento es uno de los más
preciados por los ecologistas, se trata
de la carta que envió en 1855
el jefe indio Seattle de la tribu
Suwamish al presidente de los Estados Unidos Franklin Pierce en respuesta
a la oferta de compra de las tierras de los Suwamish en el noroeste de
los Estados Unidos, lo que ahora es el Estado de Washington. Los indios
americanos estaban muy unidos a su tierra no conociendo la propiedad, es
más consideraban la tierra dueña de los hombres. En numerosos ámbitos
ecologistas se le considera como "la declaración más hermosa y
profunda que jamás se haya hecho sobre el medio ambiente".
Así Termina la Vida y Comienza la supervivencia
Carta del Jefe Indio Seattle
El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras
tierras. El Gran Jefe también nos
envía palabras de amistad y buena voluntad.
Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en
cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar
su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco
podrá venir con sus armas de fuego y
tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que
dice el Jefe Seattle con la misma
certeza con que nuestros hermanos blancos
podrán confiar en la vuelta de las
estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.
¿Cómo podéis comprar o vender el cielo,
el calor de la tierra? Esta idea nos parece
extraña. No somos dueños de la frescura del aire
ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a
nosotros? Lo decimos oportunamente. Habéis de saber que cada
partícula de esta tierra es sagrada para mi
pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina
en el oscuro
bosque, cada claro y cada insecto con
su zumbido son sagrados en la memoria y la
experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las
memorias del hombre de piel roja.
Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a
caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa
tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la
tierra y ella es parte de nosotros.
Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el
caballo, el águila majestuosa son nuestros
hermanos. Las praderas, el calor corporal
del potrillo y el hombre, todos
pertenecen a la misma familia. "Por
eso, cuando el Gran Jefe de Washington
manda decir que desea comprar nuestras tierras, es
mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar
para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y
nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar
nuestras tierras. Más, ello no será fácil porque estas tierras son
sagradas para nosotros. El agua
centelleante que corre por los ríos y
esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Si
os vendemos estas tierras, tendréis que
recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos
que lo son y que cada reflejo
fantasmal en las aguas claras recuerdos de
la vida de mi pueblo. El murmullo del
agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos, ellos
calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a
nuestros hijos. Si os vendemos nuestras
tierras, deberéis recordar y enseñar a
vuestros hijos que los ríos son nuestros
hermanos y hermanos de vosotros; deberéis
en adelante dar a los ríos el trato
bondadoso que daréis a cualquier hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo
un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a
sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo.
Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las
sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a
sus hijos sin que le importe. Olvida
la sepultura de su padre y los derechos de
sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como
si fuesen cosas que se pueden
comprar, saquear y vender, como si fuesen
corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará
tras sí sólo un desierto.
No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de
vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea
así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas.
No hay ningún lugar tranquilo en las
ciudades del hombre blanco, ningún lugar
donde pueda escucharse el desplegarse de
las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero
quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas.
El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de vida es cuando
el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión
nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no
lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la
cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía
o perfumado por la fragancia de los pinos.
El aire es algo precioso para el
hombre de piel roja porque todas las cosas
comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el
hombre. El hombre blanco parece no sentir
el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días
agonizante, se ha vuelto insensible al
hedor. Mas, si os vendemos nuestras
tierras, debéis recordar que el aire es
precioso para nosotros, que el aire comparte su
espíritu con toda la vida que
sustenta. Y, si os vendemos nuestras
tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas
sagradas como un lugar al cual podrá
llegar incluso el hombre blanco a
saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.
Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si
decidimos aceptarla, pondré una condición:
que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas
tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro
modo de conducta. He visto miles de
búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre
blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo
como el humeante caballo de vapor puede ser
más importante que el búfalo al que
sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los
animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de
espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir
también al hombre.
Todas las cosas están relacionadas entre sí.
Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la
ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros
hijos que la tierra está plena de
vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros
hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra
madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando
los hombres escupen al suelo se escupen a sí mismos. Esto lo
sabemos: la tierra no pertenece al hombre,
sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha
tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red
se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la
tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a
una familia.
Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa
con el -de amigo a amigo no puede
estar exento del destino común-. Quizá
seamos hermanos, después de todo. Lo veremos.
Sabemos algo que el hombre blanco
descubrirá algún día: que nuestro Dios es
su mismo Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras
tierras; pero no podéis serlo. El es
el Dios de la humanidad y Su
compasión es igual para el hombre blanco. Esta tierra
es preciosa para El y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su
Creador. Los hombres blancos también pasarán, tal
vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama,
moriréis alguna noche sofocados por vuestros
propios desperdicios. Pero aún en vuestra
hora final os sentiréis iluminados por la
idea de que Dios os trajo a estas
tierras y os dio el dominio sobre
ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial. Tal
destino es un misterio para nosotros porque no
comprendemos lo que será cuando los búfalos
hayan sido exterminados, cuando los
caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos
rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista
hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de
alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso
bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila?
Desapareció. Así termina la vida y comienza la
supervivencia.
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