BIBLIOTECA CEIP ALFAGUARILLA ALFACAR
martes, 12 de noviembre de 2013
sábado, 9 de noviembre de 2013
El ladrón de ladrillos
http://rimasdecolores.blogspot.com.es/2012/06/el-ladron-de-ladrillos.html
EL LADRÓN DE LADRILLOS ES UN LIBRO DE FERNANDO ARAMBURU DE LA COLECCIÓN EL BARCO DE VAPOR DE LA EDITORIAL SM.
Mariluz García vivía en un pueblo de 200 casas. Al despertarse todos los vecinos de Mariluz García se dieron cuenta que a cada casa le faltaba un ladrillo.De vez en cuando, se caía una casa. Al cabo de un año solo quedaban 100. Todos los vecinos vigilaban las casas por noche haciendo turnos y encendían las luces de todo el pueblo. Pero no encontraban al ladrón. Muchos se fueron a la escuela a vivir.
Mariluz García le gustaba ver las estrellas, y vio que se acercaba mucho la luna. Mariluz García creía que era la luna, pero la luna desapareció y volvió a aparecer. De repente, vio un ladrillo desaparecer. Ella lo siguió en silencio. El ladrón tenía una capa negra que no se podía ver por la noche y una carretilla llena de ladrillos. Además se quedó dormido y cuando se despertó se llevó un buen susto cuando vio a Mariluz García. Se puso a llorar. Le contó la historia de cómo vino a la tierra, porque el ladrón era un extraterrestre que vivía en una estrella. El pequeño ladrón necesitaba los ladrillos para construir una escalera que llegara hasta su nave y así poder volver a su casa.
Mariluz García fue al pueblo para contar a sus vecinos la historia del ladrón. Al principio no se creían nada y al final terminaron creyéndola y la ayudaron.
Entre todos hicieron la escalera en unos cuantos días. Hicieron una fiesta con música, baile y fuegos artificiales.
Al final Mariluz García ayudó al extraterrestre a subir 8523 peldaños hasta su nave. El extraterrestre se puso muy contento y se marchó a su hogar.
El extraterrestre por las noches le manda señales luminosas a Mariluz García desde su estrella.
Los dos sastres [Cuento. Texto completo.] Anónimo europeo
Los dos sastres[Cuento. Texto completo.]Anónimo europeo | |
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domingo, 27 de octubre de 2013
Leer y escribir. 10 Ideas clave para ayudar a tus hijos a dar los primeros pasos
Leer y
escribir. 10 Ideas clave para ayudar
a tus hijos
a dar los primeros pasos
1. Hazles
ver que vivimos en un mundo letrado
2. Léeles en
voz alta asiduamente
3. Escribe
con tus hijos
4. Ayúdales
a relacionar el lenguaje oral y el escrito
5. Anima a
tus hijos a experimentar leyendo y escribiendo
6. Recuerda
que aprender a leer y a escribir lleva tiempo y necesita constancia
7. Valora
más los aciertos que los errores
8. Utiliza
los materiales escritos del entorno
9. Habla de
la lectura y de la escritura con tus hijos
10. Acude
con tus hijos a la biblioteca y usa el préstamo
Montserrat
Fons
miércoles, 12 de junio de 2013
Una casa de palabras
Los cuentos de hadas nos permiten asomarnos al corazón de los niños y descubrir sus deseos, esperanzas y temores. Para ellos son la prueba de que siempre estaremos ahí, de que nunca les abandonaremos
La noche es la oscuridad, la amenaza, un mundo no controlado por la
razón, y todos los niños la temen. Llega la hora de acostarse y, a causa
de ese temor, no quieren quedarse solos en sus camas. Es el momento de
los cuentos, que son un procedimiento retardatorio. Quédate un poco más,
es lo que dicen los niños a los adultos cuando les piden un cuento. Y
el adulto, que comprende sus temores, empieza a contárselo para
tranquilizarles. Muchas veces improvisa ese cuento sobre la marcha, pero
otras recurre a historias que ha escuchado o leído hace tiempo, tal vez
las mismas que le contaron de niño los adultos que se ocupaban de él.
En esas historias todo es posible, que los objetos vivan, que hablen los
animales, que los niños tengan poderes que desafían la razón: el poder
de volar o de volverse invisibles, el poder de conocer palabras que
abren las montañas, el poder de burlar a gigantes y brujas y de ver el
oro que brilla en la oscuridad de la noche. Lo maravilloso hace del
mundo una casa encantada, tiene que ver con el anhelo de felicidad. El
adulto quiere que el niño que ama sea feliz y ese deseo le lleva a
contarle historias que le dicen que es posible encontrar en el mundo un
lugar sin miedo. Son historias que proceden de la noche de los tiempos.
Han pasado de unas generaciones a otras, y se mantienen tan sugerentes y
nuevas como el día en que fueron contadas por primera vez. El que
narra, escribe Walter Benjamin, posee enseñanzas para el que escucha. La
enseñanza de La Bella y la Bestia es que hay que amar las cosas para que se vuelvan amables; la de La Bella durmiente que en cada uno de nosotros hay una vida dormida que espera despertar alguna vez; la de La Cenicienta, que lo que amamos es tan frágil como un zapatito de cristal, y la de Hansel y Gretel
que hay que tener cuidado con los que nos prometen el paraíso, con
frecuencia esas promesas son una trampa donde se oculta la muerte. Peter Pan nos dice que la infancia es una isla a la que no cabe volver; Pinocho, que no es fácil ser un niño de verdad; La Sirenita que no siempre tenemos alma y que, cuando esto ocurre, se suele sufrir; y Alicia en el País de las Maravillas, que la vida está llena de repuestas a preguntas que todavía no nos hemos hecho.
El niño necesita cuentos que le ayuden a entenderse a sí mismo y a los demás, a descubrir lo que se esconde en esa región misteriosa que es su propio corazón. Chesterton dice que los cuentos son la verdadera literatura realista, dando a entender que el que quiera saber lo que es un niño, antes de preguntar a psicólogos, pedagogos o alguno de esos numerosos expertos que tanto abundan, hará bien en regresar a los cuentos de hadas. Son ellos los que le permitirán asomarse al corazón de los niños y sorprender sus deseos, esperanzas y temores. Un cuento como La Cenicienta expresa esa búsqueda de la transfiguración que es la búsqueda más cierta de la vida, y uno como El patito feo, el temor a ser dejado de amar. Incluso los niños más queridos tienen el temor a que sus padres los rechacen porque tal vez no son como estos habían soñado. El patito que debe abandonar la granja en que vive, porque no hay nadie que lo quiera, expresa esos temores. El niño se identifica con él, porque ve en su abandono la imagen de su propia tristeza cuando se siente solo. Siempre pasa eso con los cuentos. Puede que no sean reales pero hablan de la verdad. Barba Azul lo hace del deseo de conocimiento; Juan sin Miedo, de la importancia de la compasión; Jack y las habichuelas mágicas, de que solo a través de la imaginación podemos abarcar la existencia en su totalidad. Estos tres cuentos resumen las cualidades de la palabra poética: el misterio (del cuarto cerrado), el temblor (del amor) y la capacidad de vincular (como las habichuelas mágicas) mundos que la razón separa: el mundo de los vivos y los muertos, el de los animales y los hombres, el de la realidad y el de la fantasía. Los cuentos le dicen al niño que debe enfrentarse a los misterios que le salen al paso, acudir a la llamada de los demás y salvar el abismo que separa su experiencia de las palabras. El guisante que, en el cuento de Andersen, no deja dormir a la princesa guarda el secreto de todo aquello que nos desvela y no hay forma de decir qué es. El secreto, en suma de la poesía.
Pero los cuentos no solo son importantes por las enseñanzas que contienen, sino porque prolongan el mundo de las caricias y los besos de los primeros años de la vida y devuelven al niño al país indecible de la ternura. Paul Valéry dijo que la ternura era la memoria de haber sido tratados con atenciones extraordinarias a causa de nuestra debilidad. Ningún niño se olvida de esas atenciones. Ellos siempre buscan un lugar donde guarecerse, y el adulto levanta para ellos con cada cuento un lugar así. Da igual de qué traten, al sentarse a su lado en la cama lo que le dice al niño es que siempre estará allí para ayudarle. Tal es el mensaje de los cuentos: no te voy a abandonar. Un cuento es una casa de palabras, un refugio frente a las angustias que provocan las incertidumbres de la vida. Octavio Paz dijo que la misión de la poesía es volver habitable el mundo, y eso hacen los cuentos, crear un lugar donde vivir. De eso habla Los tres cerditos. Sus protagonistas deben levantar una casa en el bosque, para protegerse del lobo, y mientras uno, el más previsor, lo hace con ladrillos, los otros lo hacen con lo primero que encuentran. Es curioso que, aun siendo la moraleja del cuento que debemos ser previsores, el cerdito que prefieren los niños es el que levanta su casa con paja. No tarda mucho en terminar y enseguida se va de paseo por el bosque a descubrir sus maravillas. Bruno Bettelheim tiene un libro sobre el autismo infantil que se titula La fortaleza vacía. El niño autista percibe el mundo como hostil y, para defenderse, levanta una fortaleza de indiferencia y desapego a su alrededor. Y lo extraño es que cuanto más consistente y segura es esa fortaleza, más vacío está su interior. Es lo contrario a la casa de paja de nuestro cerdito. La suya es la casa de los cuentos: un lugar que nos protege lo justo para no separarnos del mundo. Una casa como la que Tarzán y Jane construyeron en la copa de un árbol, abierta a todas las llamadas de la vida.
C. G. Jung ha dicho que uno de los dramas del mundo moderno procede de la creciente esterilización de la imaginación. Tener imaginación es ver el mundo en su totalidad. Los cuentos permiten al niño abrirse a ese flujo de imágenes que es su riqueza interior y aprender la realidad más honda de las cosas. Toda cultura es una caída en la historia, y en tal sentido es limitada. Los cuentos escapan a esa limitación, se abren a otros tiempos y otros lugares, su mundo es transhistórico. Por eso sus personajes son eternos peregrinos, como el alma de los niños. "Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre", escribe Wislawa Szymborska. El poder de la poesía es dar cobijo a esa alma que busca un sitio donde pasar la noche antes de volverse a marchar. Y es en los cuentos de hadas donde se narran, de una forma más pura, esas andanzas del alma.
El niño necesita cuentos que le ayuden a entenderse a sí mismo y a los demás, a descubrir lo que se esconde en esa región misteriosa que es su propio corazón. Chesterton dice que los cuentos son la verdadera literatura realista, dando a entender que el que quiera saber lo que es un niño, antes de preguntar a psicólogos, pedagogos o alguno de esos numerosos expertos que tanto abundan, hará bien en regresar a los cuentos de hadas. Son ellos los que le permitirán asomarse al corazón de los niños y sorprender sus deseos, esperanzas y temores. Un cuento como La Cenicienta expresa esa búsqueda de la transfiguración que es la búsqueda más cierta de la vida, y uno como El patito feo, el temor a ser dejado de amar. Incluso los niños más queridos tienen el temor a que sus padres los rechacen porque tal vez no son como estos habían soñado. El patito que debe abandonar la granja en que vive, porque no hay nadie que lo quiera, expresa esos temores. El niño se identifica con él, porque ve en su abandono la imagen de su propia tristeza cuando se siente solo. Siempre pasa eso con los cuentos. Puede que no sean reales pero hablan de la verdad. Barba Azul lo hace del deseo de conocimiento; Juan sin Miedo, de la importancia de la compasión; Jack y las habichuelas mágicas, de que solo a través de la imaginación podemos abarcar la existencia en su totalidad. Estos tres cuentos resumen las cualidades de la palabra poética: el misterio (del cuarto cerrado), el temblor (del amor) y la capacidad de vincular (como las habichuelas mágicas) mundos que la razón separa: el mundo de los vivos y los muertos, el de los animales y los hombres, el de la realidad y el de la fantasía. Los cuentos le dicen al niño que debe enfrentarse a los misterios que le salen al paso, acudir a la llamada de los demás y salvar el abismo que separa su experiencia de las palabras. El guisante que, en el cuento de Andersen, no deja dormir a la princesa guarda el secreto de todo aquello que nos desvela y no hay forma de decir qué es. El secreto, en suma de la poesía.
Pero los cuentos no solo son importantes por las enseñanzas que contienen, sino porque prolongan el mundo de las caricias y los besos de los primeros años de la vida y devuelven al niño al país indecible de la ternura. Paul Valéry dijo que la ternura era la memoria de haber sido tratados con atenciones extraordinarias a causa de nuestra debilidad. Ningún niño se olvida de esas atenciones. Ellos siempre buscan un lugar donde guarecerse, y el adulto levanta para ellos con cada cuento un lugar así. Da igual de qué traten, al sentarse a su lado en la cama lo que le dice al niño es que siempre estará allí para ayudarle. Tal es el mensaje de los cuentos: no te voy a abandonar. Un cuento es una casa de palabras, un refugio frente a las angustias que provocan las incertidumbres de la vida. Octavio Paz dijo que la misión de la poesía es volver habitable el mundo, y eso hacen los cuentos, crear un lugar donde vivir. De eso habla Los tres cerditos. Sus protagonistas deben levantar una casa en el bosque, para protegerse del lobo, y mientras uno, el más previsor, lo hace con ladrillos, los otros lo hacen con lo primero que encuentran. Es curioso que, aun siendo la moraleja del cuento que debemos ser previsores, el cerdito que prefieren los niños es el que levanta su casa con paja. No tarda mucho en terminar y enseguida se va de paseo por el bosque a descubrir sus maravillas. Bruno Bettelheim tiene un libro sobre el autismo infantil que se titula La fortaleza vacía. El niño autista percibe el mundo como hostil y, para defenderse, levanta una fortaleza de indiferencia y desapego a su alrededor. Y lo extraño es que cuanto más consistente y segura es esa fortaleza, más vacío está su interior. Es lo contrario a la casa de paja de nuestro cerdito. La suya es la casa de los cuentos: un lugar que nos protege lo justo para no separarnos del mundo. Una casa como la que Tarzán y Jane construyeron en la copa de un árbol, abierta a todas las llamadas de la vida.
C. G. Jung ha dicho que uno de los dramas del mundo moderno procede de la creciente esterilización de la imaginación. Tener imaginación es ver el mundo en su totalidad. Los cuentos permiten al niño abrirse a ese flujo de imágenes que es su riqueza interior y aprender la realidad más honda de las cosas. Toda cultura es una caída en la historia, y en tal sentido es limitada. Los cuentos escapan a esa limitación, se abren a otros tiempos y otros lugares, su mundo es transhistórico. Por eso sus personajes son eternos peregrinos, como el alma de los niños. "Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre", escribe Wislawa Szymborska. El poder de la poesía es dar cobijo a esa alma que busca un sitio donde pasar la noche antes de volverse a marchar. Y es en los cuentos de hadas donde se narran, de una forma más pura, esas andanzas del alma.
Gustavo Martín Garzo es escritor.
sábado, 18 de mayo de 2013
Como Cervantes
·
1Como escribir con una pluma y
cortarla
Pluma de Ganso Según el método del maestro calígrafo cechi1234
Materiales
• Plumas de ganso o pavo (preferentemente las denominadas "remeras" o "pointers feathers" ), una buena cantidad
• Un cortante de hoja fija con mango (Navaja suiza) o cuchillo pequeño de hoja de acero lo más recta y filosa posible (no utilizar ni trinchetas, ni cutters, ni cortante "X-acto" para evitar cortaduras o accidentes)
• Una lija doble del tipo al agua (A- Ax-51: es una lija muy fina similar casi a la superficie del papel común)
• Una placa de madera lisa (15 cm. de largo por 3 cm. de ancho por 1 cm. de alto), acrílico o fórmica
• Una piedra de asentar (puede conseguirse en ferreterías o en las casas de materiales abrasivos con el nombre de "piedra natural"
• Chapa de cobre, bronce o aluminio, o simplemente chapa de lata de gaseosa
• Un recipiente descartable donde hervir agua
• Hilo del tipo de algodón para embalar o similar
• Tijeras para cortar metal
• Lupa
• Cinta de papel
Quienes no realizan demasiada presión al escribir optan por las de plumas de ganso, ya que son más blandas y apropiadas para los trazos delicados. Por el contrario, las de pavo son más duras y poseen paredes internas más gruesas, por lo que resisten una presión más enérgica y son indicadas para escritura de mayor tamaño y ancho de trazo. Pero de todas maneras podemos probar también con otras plumas de ave, incluída por supuesto las de avestruz y de águila: a pesar de ser difíciles de conseguir, es posible utilizarlas a la hora de trabajar. Las plumas de aves se han utilizado desde tiempos inmemoriales para la escritura, hasta que finalmente con la industrialización fueron reemplazadas por las plumas metálicas. A pesar de ello, la mayoría de los calígrafos las prefieren por su versatilidad, su elasticidad y su ductilidad.
Como es costoso conseguir este material, aconsejamos contactar con criaderos de aves de corral debido a que no existen locales comerciales donde se vendan estas plumas en nuestro país.
Procedimiento
• Comenzaremos eligiendo las plumas más grandes para realizarles un corte en la punta a todas ellas con ayuda de un cortaplumas o nuestra navaja de cortar.
• Luego quitamos las barbas de la pluma sosteniéndola firmemente desde el cañón, y tirando desde la mitad de la pluma hacia abajo. Con fuerza y de un tirón eliminamos estos elementos que van a ser molestos a la hora de escribir. Con una tijera seccionamos el extremo superior de la pluma.
• Liberada la pluma de estos elementos inservibles externos, ahora limpiamos el interior con ayuda de una aguja de tejido al crochet, o con un alambre doblado en "u" en un extremo. Lo introducimos en el interior del cañón a través del orificio hecho previamente, para retirar toda la materia grasa que debe ser descartada, con el fin de que cuando escribamos ésta no se mezcle con la tinta.
• Ahora procedemos al curado de las plumas. Es importante tener en cuenta que existen dos tipos de curado de plumas. Uno (el más tradicional) es aquel en el que se utiliza arena caliente, pero el que recomendaremos ahora se realizará con agua hirviendo. Se atan las plumas todas juntas y se cuelgan verticalmente de un soporte superior dejándolas en suspenso dentro de un recipiente con agua hirviendo sobre el fuego, durante diez a quince minutos. Luego de este lapso deben dejarse secar por completo al aire. Hay que tener en cuenta que como las plumas son muy livianas, si no se las ata y se las suspende y se opta por dejarlas sumergidas en el recipiente, comenzarán a flotar y salirse del mismo luego que el agua entre en ebullición, pudiendo quemarse y quedando inutilizables.
Es necesario controlar y vigilar todo el proceso de curado para evitar cualquier tipo de accidente con el fuego.
• El proceso de cortado y posterior ajuste es casi idéntico al de la preparación de los cálamos de caña, con la diferencia que el material que constituye a la pluma es más pequeño y delicado por lo que es útil tener cuidado a la hora de cortar y es indispensable elegir instrumentos acordes al tamaño de las mismas. Es decir que sería apropiado cortarlas con cortaplumas pequeños, de mango de fácil agarre y con los que luego podamos ajustar los anchos de la punta de nuestra pluma de ave, sin producirle daños al instrumento. Como puede verse en la imagen hay que realizar un primer corte de aproximadamente 1 cm de longitud, y luego otro (esto también dependerá del tamaño de la pluma con la que estemos trabajando). A mayor tamaño, mayor longitud de los cortes. Aunque no variará demasiado.
• Luego realizaremos dos cortes curvos en los extremos laterales para dar el ancho deseado a nuestro instrumento.
• De manera cuidadosa y realizando esto de adentro hacia afuera, desde la parte interior del cañón de la pluma, procederemos a hacerle la incisión media, cuidando de no excedernos en la intensidad y presión del corte, porque corremos el riesgo de rajar el instrumento y que esta rajadura continúe hacia la parte superior arruinando la pluma para su futuro uso.
• Una vez finalizada procederemos a probar nuestra pluma, recurriendo a la lija y a nuestra piedra de asentar en caso que presente imperfecciones a la hora de la escritura. Luego de esto nuestra pluma de ave ya estará lista para utilizar.
Nota: tanto al cálamo de caña como a la pluma de ave no es necesario lavarlos para quitarle la tinta acumulada. Para recuperar la precisión de sus primeros trazos se los deberá simplemente lijar con mucho cuidado.
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